Para, detente.
No pienses en respirar, no escuches, sólo
siente.
Como gotas de rocío
deslizándose ardientemente por un canto,
así busco yo deslizar la piel al tacto.
Y humedecer los labios
y el cuerpo,
al ritmo de un corazón desbocado.
Acabarán sintiendo celos los relojes,
por prescindir de ellos estirando
el mismo segundo de placer más alto
a lo largo de sus minutos pesados.