Que queda la música.
Que ayer fuera un día grande o pequeño, que la luz entre
hoy desde más arriba o más cerca del suelo.
Que tengas ganas de de raspar las
paredes, de perder los dientes, de no sonreír sin ellos.
Que lo dulce no siempre apetece y no podría tragar ya más
sal.
Que perdida o no, siempre hay un minuto que subes. Que suena alto y estridente, o bajo y
melodioso. Pero que suena, que suene.
Menos mal.