No sabemos la estrella que tenemos hasta que chocamos con un
meteorito caído en tierra, arrasado y abrasado, con el color del dolor, y la
evidencia de encontrarse dónde no le esperaban, ni le esperan.
Y es que a veces eso reflejan las miradas, luces de planetas más lejanos, dónde el sol
llega menos, y el frío es algo inmenso.
Ojalá antes de ponernos a buscar galaxias ahí fuera, nos preocupáramos
por esas personas que sienten ser de Marte, en su propia tierra.