domingo, 27 de septiembre de 2015

El reflejo, en todo idéntico, no mostraba mis manos. No mostraba el movimiento de mis manos, su interacción con mi cuerpo.
El resultado, una figura inalterable, que en nada podía ser yo, en tal ausencia de modo.

Quizás los actos, cansados de su falta de eco en este lado, se habían negado a reproducirse en aquel otro.

¿Para qué llevar la mano hasta el pelo, y colocar un mechón o dos? ¿Para qué deslizarse sobre el brazo y encontrar un hueso mudo?

¿Para qué llegar hasta el pecho, y constatar la falta de vibración allí, de pulso, de vida en sus entornos?



viernes, 4 de septiembre de 2015

de cómo me robas la mitad de la música, y la regresas a mí, a través de tu voz, hasta hace dos estrofas desconocida.

Tras el verso, tu mano,
como una onda,
como un velero perdido en el aire, buscando tierra,
desde la que avistar mar.

No te quedan fuerzas para estar parado.
Nos piden la misma posición,
nos piden la misma ceguera,
la misma invirtud.
Pero no podemos seguir dando menos,
no podemos ser esta falta de ser.

La humanidad tiene que brotar, por algún lado,
tiene que decir: "aquí existo", y dar muestras de ello,
contra todos los que dan una patada bajo la mesa,
y ordenan: "calla, 
hazte el muerto".