Bajando el pulso y la voz, se quemaban los anteriores gritos
al aire, que envolvía nubes de polvo a contraluz, en un intento por ser una
imagen de calma.
El anterior pensamiento, de hacerte desaparecer a tiros de
mi propia arma, parecía lejano en el tiempo, pero aún fuerte en sus ansias.
Y a día de hoy es cierto que no quiero recuperarte a ti, ni
tu voz, ni tu alma.
Pero tampoco quiero seguir con tu esqueleto a mi espalda.