martes, 4 de octubre de 2016

- No quiero eso en mi casa.
- Pero no te importaba cuando lo usaba en tu cama.


No quiero hablar, ni tampoco el no hablar que implicaba llamadas de vecinos a las tres de la mañana.

Contábamos con los dedos los días que nos quedaban. A veces no había los suficientes libres.
Recuerdo la falta de luz y la presencia de insomnio. Como el verano de la creación de Frankenstein.
También tú ganabas en terror y placer.

Nada me salvó de ver tu muerte, a centímetros de ti.
Mi respiración acompasada. La tuya huérfana de aire en los pulmones.  Llena de otras cosas. 

Cosas que nunca quise en mi cama. 

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