- No quiero eso en mi casa.
- Pero no te importaba cuando lo usaba en tu cama.
No quiero hablar, ni tampoco el no hablar que implicaba
llamadas de vecinos a las tres de la mañana.
Contábamos con los dedos los días que nos quedaban. A veces
no había los suficientes libres.
Recuerdo la falta de luz y la presencia de insomnio. Como el
verano de la creación de Frankenstein.
También tú ganabas en terror y placer.
Nada me salvó de ver tu muerte, a centímetros de ti.
Mi respiración acompasada. La tuya huérfana de aire en los pulmones. Llena de otras cosas.
Mi respiración acompasada. La tuya huérfana de aire en los pulmones. Llena de otras cosas.
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