Cada paso, al pie desenfocado, se debilita entre los vuelos.
No quedaban entonces, augurios en las tazas
ni se reían las voces cruzadas.
Sólo a veces, en un libro, cabían tres o cuatro ideas.
Sólo a veces, en un libro, mi cabeza daba vueltas.
Se marcharán como
marcharon y quedarán los que quedaron.
Pero he conocido a la mujer, y al hombre.
Y al hombre que no quiere serlo.
Y he dejado la ventana abierta,
ahuyentando apariencias
y bajezas,
dando oxígeno a todos mis planetas,
sin olvidar el vacío que hay ahí fuera.
Del avance de las horas, de la avalancha de absurdos, del no
te sé decir mañana. Hoy me siento burdo.