Sabemos esperar, a veces demasiado,
(a veces en la espera estaba
el mismo trato).
Queremos escuchar con
demasiado ahínco,
luego se nos rompe el equilibrio,
y el malentendido,
siempre.
Y siempre se sobreentiende, y no se vuelve.
Y no repite.
No sabes decir más que lo que condenas,
nadie sabe lo que adoras, ni siquiera tus piernas.
Nada dejas claro, nada en tinieblas,
y a veces cuesta
seguirte el paso, seguir la tierra.
Y cuando salga fuego, no pidas guerra
"¿dónde está la paz que me la como?"
ya dijiste, ya te fuiste
ya te avisé sobre ser quien eras y después no digerirte.