En mi caso, desde el metro, saliendo directamente entre la multitud
cambiante y en continuo movimiento. Es su clave, su encanto.
Si tengo que
esperar en algún sitio, mi preferido es la plaza de Callao. Con los cascos, eso
sí. Elegir la banda sonora que te pida el día, para ir vagando en una especie
de danza muda y simbólica entre los cuerpos que esquivas de quienes por allí
pasan, o esperan igual que tú.
Muy despacio, fluyendo entre turistas y paisanos, evitando colisiones
por milímetros, siguiendo un ritmo invisible.
Observar, como si de un aeropuerto se tratase, los encuentros de quienes
esperaban, los abrazos o la impaciencia. Tratar de adivinar si son primos,
amigos o amantes, por el modo de saludarse, por la expresión, por el choque
buscado.
Despistada, esperar tu choque, terminar la danza.