sábado, 25 de mayo de 2013

Used to wait.



En mi caso, desde el metro, saliendo directamente entre la multitud cambiante y en continuo movimiento. Es su clave, su encanto. 
Si tengo que esperar en algún sitio, mi preferido es la plaza de Callao. Con los cascos, eso sí. Elegir la banda sonora que te pida el día, para ir vagando en una especie de danza muda y simbólica entre los cuerpos que esquivas de quienes por allí pasan, o esperan igual que tú.
Muy despacio, fluyendo entre turistas y paisanos, evitando colisiones por milímetros, siguiendo un ritmo invisible.
Observar, como si de un aeropuerto se tratase, los encuentros de quienes esperaban, los abrazos o la impaciencia. Tratar de adivinar si son primos, amigos o amantes, por el modo de saludarse, por la expresión, por el choque buscado. 



Despistada, esperar tu choque, terminar la danza. 


martes, 14 de mayo de 2013

Aguas negras.


Navegar subida en esta especie de balsa en la que creo (tengo que creer) porque es la única verdad entre esta irrealidad que nos convive, que nos da de respirar lo que no anhelamos, pero inspiramos.

No sé si mirar al agua sobre la cual navego con recelo o con admiración. ¿Es la mentira, que sostiene el mundo, o es el mundo, que sostiene la mentira? Y si es así, ¿entonces no debería saltar de esta balsa que creía segura y lanzarme a las aguas más negras, más oscuras, más “inciertas” para encontrar, ahora sí, la verdad ahogada, a la que debo darle el aire de mis pulmones, de esos pulmones contaminados, empequeñecidos, encharcados, para que ella, al fin, respire?




viernes, 10 de mayo de 2013

Polaris.


Llega un momento en que eres consciente de la falta de temática que tiene en realidad la que era fuente de tus inspiraciones. Que cuando notas esa vibración que antes te hacía explorarlo todo, hacía dentro, y salir con una idea que calentaba las mentes de los más celosos, ya no entras, o no encuentras, porque has abstraído tanto el concepto, lo has definido tanto, lo has convertido en tantas frases buenas y con el sentido que querías darle, que ya no queda más que eso.
Es como dar vueltas y vueltas sobre ti mismo, logrando al principio una sensación de fuerza interna, de equilibrio con el eje del mundo y desequilibrio con el espacio presente. Pero si abusas de ello pierdes este punto, y no quedan más que tus fuerzas en cada giro, cansándose y agotándose para un vulgar mareo que ni siquiera tiene repercusión más allá de dos minutos.

Ojalá un final abierto para todo, que nos haga dudar de los comienzos y volver a ellos, para recrearnos siempre con propósito en los pasos intermedios.