Me he parado a mirarte, a mirarte de verdad. Detenida a unos
pasos de ti, voy limitando tu figura, enfocando los rasgos, uniendo los tonos.
Lo hago tan despacio, que es imposible que no te des cuenta, que no seas
consciente de la lentitud de mi mirada, y tengas curiosidad en saber, ¿qué?
Estás sereno, e intranquilo a la vez, no estamos hechos para
ser estudiados tan descaradamente. Pero yo no te estudio, te admiro, te busco,
en mitad de los sentidos, utilizando no solo la vista como crees, sino el
recuerdo de lo que es el tacto, para repasar tus brazos. Y no me hace falta el
recuerdo para olerte, o lo uso sin querer. Y los labios que no pronuncian nada,
quieren probarte de nuevo, y anhelar es sentir.
Parado no puedes evitar revisar tu aspecto, porque yo te estoy
mirando. Pero no presto atención a lo cuidado, a tu ropa, que me sobra, o al
peinado, que ansío deshacer, sino que busco lo que improvisas, porque tu mirada
no la estás cuidando, ni las sombras en tu piel, ni el gesto de tu boca, ni el
ritmo del parpadeo, ni la respiración, ni el breve temblar de tu cuerpo. Todo eso,
todo, quien lo ansía cuidar soy yo, tener, yo, provocar, yo.