jueves, 22 de enero de 2015

Tengo que dejar de precipitarme, en todos los sentidos.
Pero echaba de menos el agua. O ser agua.
Quizá sólo necesito que alguien caiga conmigo.

El cuerpo calado, más allá de los huesos.


lunes, 19 de enero de 2015

Madrugada, toda la noche.




La música demasiado alta en mis oídos, hasta ser dañina. Pero dañina es también tu manera de tocar algunos temas.

Busco pasos que resuenen tras los míos, aun en calles desiertas, aun con gotas suspendidas de la noche. La oscuridad es una promesa que a menudo se encoge.

Si el error llega, o me dirijo a él sonámbula en vida, es un misterio que aún no he decidido resolver. Pero aquí estamos, él y yo una vez más, apostando por no ser indiferentes, por mirarnos primero con disimulo, por empujar a todo el que se ponga en nuestro camino después, la mirada fija.

Es este deseo de dolor, este puñal apenas clavado, que trato que hundas más y más con tal de llegar a tus manos.

Sé que he subido aún más la música, sé qué es lo que quiero escuchar. He descartado la opción de contestarte a nada. Se conoce a alguien por lo que dice y por lo que calla,  y yo voy pidiendo a gritos el beso, mientras mudos mis pies patalean, suspendida de tus dedos, por el cuello, a peligrosos y excesivos centímetros del suelo.