No pienses que resisten las mejores,
son las que faltan,
las que no mueren, las que matan.
Y sus miembros
amputados,
clavados en la garganta nos impiden gritar barbarie.
Y más valdría
gritarlo y perder la lengua,
que continuar con ella para saborear escoria.
Pero nos acostumbramos a este sabor de boca que es la
nuestra,
la que al mirar deshechos los pétalos en las calles se
vuelve mueca,
la que nos está fallando,
porque están arrancando las flores,
vivas y muertas,
porque están arrancando la vida, las flores, y a ellas.