lunes, 19 de enero de 2015

Madrugada, toda la noche.




La música demasiado alta en mis oídos, hasta ser dañina. Pero dañina es también tu manera de tocar algunos temas.

Busco pasos que resuenen tras los míos, aun en calles desiertas, aun con gotas suspendidas de la noche. La oscuridad es una promesa que a menudo se encoge.

Si el error llega, o me dirijo a él sonámbula en vida, es un misterio que aún no he decidido resolver. Pero aquí estamos, él y yo una vez más, apostando por no ser indiferentes, por mirarnos primero con disimulo, por empujar a todo el que se ponga en nuestro camino después, la mirada fija.

Es este deseo de dolor, este puñal apenas clavado, que trato que hundas más y más con tal de llegar a tus manos.

Sé que he subido aún más la música, sé qué es lo que quiero escuchar. He descartado la opción de contestarte a nada. Se conoce a alguien por lo que dice y por lo que calla,  y yo voy pidiendo a gritos el beso, mientras mudos mis pies patalean, suspendida de tus dedos, por el cuello, a peligrosos y excesivos centímetros del suelo.


2 comentarios:

  1. "y yo voy pidiendo a gritos el beso, mientras mudos mis pies patalean, suspendida de tus dedos, por el cuello, a peligrosos y excesivos centímetros del suelo."
    Desperté con esa imagen en la cabeza y aún no he podido quitármela de encima. Tenía que volver aquí para releerlo. Como cuando se te pega una canción y necesitas escucharla entera para poder seguir con tu vida.
    Podría perfectamente convertirse en un lienzo bellísimo.
    En realidad podrían hacerse millones de cosas con esa sola frase.
    Voy a dejar de divagar. Pero es este texto que me atrapa, no sé muy bien por qué.

    ResponderEliminar