Tengo los días a medio soñar, no me da tiempo para todo.
Tengo absurdos a los que presto atención con la misma
seriedad que un mimo, y es una seriedad triste y dramática, excepto cuando mira
un niño, o una sonrisa bonita, no sé si me explico.
He retorcido las bases a las que ceñirme, porque carezco
de elementos con que aplicarlas después.
Pero aquí sigo. Llevando la contraria a los que piensan como en su día
pensé yo, sin más argumentos que el “que ridícula la existencia si así fuera”.
Y se sobrelleva, se toman dosis de besos perdidos que
dejan caer y se guardan para otros tiempos. Y se mira con la cabeza bien alta,
que bastante estatura me negó mi madre. Y gracias, que no hay nada mejor que
ver las cosas desde esta perspectiva, que te pone más en órbita con la
realidad, porque ésta no está allá arriba con las nubes y plegarias, sino aquí
abajo, con las piedras y los hechos.
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