Me dan miedo las decepciones (propias y ajenas), las falsas
estadísticas, y los minutos de espera.
Las primeras porque dañan más que cualquier roto, herida, o
fracaso, porque lo combinan todo, y duelen desde ambos bandos, cargándose en la
mirada o en la espalda, según el caso.
Las segundas por el mal poder que tienen, el disfraz que
suponen de inteligencia, pero una inteligencia no comprobada, indocumentada, o
precipitada, esto es, peligrosa ignorancia.
Y lo tercero, porque es el tiempo de duda, una duda que siempre hay previa a la decepción, y al conocimiento. Una duda que es posibilidad de daño, o de engaño. Y en la posibilidad siempre está el miedo, alegando.
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