viernes, 11 de diciembre de 2015

Me deshaces los nudos de más allá de mi garganta, como si quisieras que hablara desde las bases de un órgano herido internamente.


Antes me hacías guardar el equilibrio sobre luces de neón, pero lo perdía al llegar la mañana.

¿Recuerdas aquellas noches rescatándote y hablando sobre tu  corrupción,  cómo yo rebatía cada uno de tus puntos?
Después inventabas pruebas de un salvajismo brutal, que yo pasaba por llegar a conocerme a mí misma.
Hablábamos y hablábamos sobre el descosido mundo que nos habitaba.
Y tras todo aquello llegó un momento en que me miraste , y no me reconociste, y en mi rostro se dibujó una sonrisa cruel y ambiciosa, y tuviste miedo, el miedo más hermoso que he llegado a coleccionar.

Después huí y me encontraste, y golpeada mi cabeza contra alguna columna me obligabas a mirar mis principios destruidos.


Yo que quedé enmudecida por ti, por el mundo que me abrías, sin embargo no quería estar contigo.

1 comentario:

  1. Esas intensidades que hieren, y esas heridas que nos hacen.

    Me recuerda a alguien este texto.

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