Antes me hacías guardar el equilibrio sobre luces de neón,
pero lo perdía al llegar la mañana.
¿Recuerdas aquellas noches rescatándote y hablando sobre tu corrupción, cómo yo rebatía cada uno de tus puntos?
Después inventabas pruebas de un salvajismo brutal, que yo
pasaba por llegar a conocerme a mí misma.
Hablábamos y hablábamos sobre el descosido mundo que nos
habitaba.
Y tras todo aquello llegó un momento en que me miraste , y
no me reconociste, y en mi rostro se dibujó una sonrisa cruel y ambiciosa, y tuviste
miedo, el miedo más hermoso que he llegado a coleccionar.
Después huí y me encontraste, y golpeada mi cabeza contra
alguna columna me obligabas a mirar mis principios destruidos.
Yo que quedé enmudecida por ti, por el mundo que me abrías,
sin embargo no quería estar contigo.
Esas intensidades que hieren, y esas heridas que nos hacen.
ResponderEliminarMe recuerda a alguien este texto.