Al movimiento de un centímetro involuntario, se le otorgó un
riesgo mortal.
Aceptarlo, sería un error de cálculo.
(Pero después de aquello se veía la posibilidad en cada
temblor,
y no hay quien supiera no moverse).
Empieza así en un impacto, preciso,
no importa el sin querer.
La línea avanza, vertiginosa, crece, se ramifica,
crea a su paso caminos de sutura.
En su carrera se sobrepasa, vuelve al inicio, y forma origen
y término,
rompiendo en dos
(o en tres, o en cuatro,
pues no hablábamos de
algo de por sí intacto).
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