Y al segundo después de hablar darte cuenta de que has dicho más de lo que te hubieras atrevido a soltar si hubieras pensado antes.
Desde ese momento no saber si reír para bajar la temperatura de la frase y restarle unos cuantos grados al minuto siguiente, o vagar para otro lado para hacer notar incomodidad y pasar de esfera.
O plantarse, plantarse y mirar de frente, esperando que de una vez por todas haga click el on de esta situación ya insostenible.
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